martes, 27 de noviembre de 2012

Callejón de poemas VI


Las pantallas cuadriláteras perfectas
se llenan de gachas que no importan
prefiero la huella, de miel o lo que sea.

Un día, no hace tanto, se perdió una arruga
y a todas horas cuido que no salga
grito a voz  que se entere el silencio, no renuncio a los años.

Saltan objetos por el aire, fruslerías
oropel  innecesario,
nada  evita lo que  nunca dejo.

Mi calendario no tiene días
ni hojas sueltas o pilladas
los números al aire se pierden, no importa.

Se metió la razón en el caldero
bien cocida
seguía sin entender al piano.

Saber
nada que saber
no cabe.

Una gota resbala se desborda el río
pasa siempre,
no sé por qué ni quiero saberlo.

Hablemos de por no hablar
de que no hablamos lo que hubiésemos hablado, 
no hago caso a habladurías.

Los huesos se marcan
cada vez que enciende su  vela
no se agota la coyuntura, hasta el éxtasis.

Luego aprieto los dientes sin emoción
y el gato me mira a punto de risa
es solo cuestión de esperar.

Cuando guiño el ojo
quiero  que vea bien lo que esconde
hasta agotar la tinta.

Paseo por la calle estrecha
tan sencillo como abrir una ventana
dar la mano seguir queriendo.

Que tendrán  los milímetros
evocan tan lejos tan cerca
el cabello rizado.

La piel del brazo hasta el meñique
preludian la muñeca y el índice
a pulgar y corazón no le importa.

El sopor sabe del sueño
instante que se pierde en el mareo
y se entrega inexorable.

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