sábado, 30 de marzo de 2013

Por querer vivir



Nació en tiempos de uno
que inauguraba pantanos
y gobernaba por la gracia de dios.
Por entonces no había poetas a granel,
estaban los poetas,
luego los churreros de metafísica
del ser del ente, dios y la gracia de dios,
algunos se atrevían con la nada,
los más osados indagaban miserias a hurtadillas
y había quien tocaba la muerte,
la de todos con pretensión.
Entre eso, las películas de drácula y de la momia,
la muerte le pillo justo en el cambio de dientes.

Muy temprano se ocupó de vivir
y a la muerte asegura que le guardaba buena distancia,
que no le gustaba ni en pintura
prefería el sonido del viento
mirar al cielo con la nube de boina en la sierra
o la pared del rio iluminada en tardes con vuelos de golondrinas,
en el Perchel profundo que es otra historia.

El parvulito con lápiz de grafito pintaba un cortejo en fila de a dos
un coche de caballo delante con aquél dentro, la corona y el pitejo.
Se acercó la maestra con gesto sigiloso que pasó a sorpresa
y regañó la muy ladina
¿qué mal hizo quien no se quería morir?
era todo un conjuro de respuesta a dos preguntas
¿quién soy yo? ¿qué hago aquí?
A la maestra
!rafalito, no se pintan esas cosas¡
raptó el cuadro y tirón de orejas,
la reacción fue adversa,
le dio la risa por el fin
y la maestra le marcó huella.

En el devenir de viajes
a lo largo de su efímera existencia,
se hizo experto en vislumbrar,
allá a lo lejos, acá a lo cerca,
sin querer, con cachondeo pero en respeto,
todos los cementerios
de todas las ciudades, pueblos, aldeas, villas
y pequeños caprichos de finados extravagantes,
siempre fue el primero en decir: allí está, es inconfundible,
al principio lo expresaba con entusiasmo, sin ilusión
como quien descubre un resto arqueológico de valor incalculable
al que quería mantener en la distancia,
después prefirió callar, no fuese que le tomasen por gafe.

En muchos años la afición antropológica se esfumó,
pero recientemente afloran brotes,
no hay nada más informal que hartarse de reír en un velatorio,
siempre con la venía de los allegados.

Por favor, cuando la casque
invitad a mis amigos chistosos,
si estoy por allí prometo reír a mandíbula cerrada,
disculpad la quietud.

Hasta aquí.
Prometo no escribir más del tema salvo necesidad.

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