domingo, 16 de febrero de 2014

Sinfonía: N°. 4 en Fa menor op.36

Primer movimiento

Este es el Destino, el fatal poder
...que impide que el ansia de felicidad llegue a su meta
...que el cielo no esté libre de nubes
...como espada de Damocles que incesantemente enturbia nuestro espíritu.
No nos queda otro recurso que someternos y lamentarnos en vano.
Es mejor apartarse de las realidades y arrullarse en sueños.
¡Oh, alegría! ¡Qué bello, dulce sueño!
¡Dicha! ¡Dicha! ¡Dicha! No: son sólo sueños, y el Destino los disipa.
...seréis llevados de aquí a allí por las olas hasta que el mar os devore.


Segundo movimiento

Es el melancólico sentimiento que nos invade cuando estamos solos en casa, agobiados por la tarea.
¡Qué amargo resulta que tantas cosas hayan sido y huido; y sin embargo es un placer pensar en esos años primeros!
Uno lamenta el pasado y no tiene ni coraje ni voluntad de comenzar una nueva vida.
Uno está más bien harto de la existencia.
Desea uno reunir sus fuerzas y mirar hacia atrás, revivir muchas cosas en la memoria.
Pensar en las horas placenteras en que la sangre joven hervía y bullía, y en que uno se sentía satisfecho de la vida.
...también en los momentos amargos, en las pérdidas irrevocables.
¡Y todo está ahora tan distante, tan distante...!
¡Y es tan amargo y sin embargo tan dulce meditar en el pasado!


Tercer movimiento

Hay tan sólo caprichosos arabescos, figuras fugitivas que pasan por la imaginación cuando hemos bebido vino y nos sentimos achispados.
El estado de ánimo es ora alegre ora triste.
En nada pensamos; damos rienda suelta a la fantasía y se siente placer en el trazado de maravillosas líneas.
De repente surge en la imaginación el cuadro de un paisano ebrio y una canción callejera.
Se oye música marcial resonando a la distancia.
Son postales inconexas que van y vienen en el cerebro adormilado. Nada tienen en común con la realidad; son ininteligibles, bizarras, distantes.


Cuarto movimiento

Si no mora la alegría en nuestro interior, contemplemos en derredor nuestro.
Vayamos hacia el pueblo.
¡Cómo gozan, qué felices son!
¡Y nosotros habíamos jurado que todo en este mundo es sombrío y triste!
Hay aún felicidad, felicidad llana, primitiva.
Alegrémonos con la dicha de los demás... y aún podremos vivir.


Dedicado a mi mejor amiga Nadezhda von Meck


-Textos tomados de la descripción deTchaikovsky-



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